Como toda mi familia

Ayer podría haber sido un día bonito para el recuerdo. Estuve en un parque temático por primera vez y me divertí de lo lindo. Me gusta mucho sentir adrenalina y es la única forma de conseguirla, porque soy una persona bastante prudente y miedosa, y no realizo hazañas increíbles en mi día a día. No suelo hacer nada que entrañe riesgos, por lo que para recibir un buen chute de esta hormona, subir a 100m y caer en picado, suele funcionar bastante bien.

Cuando regresé a casa después de haber pasado todo el día con mi sobri y sus amigos, mi pareja y yo tuvimos la brillante de idea de pasarnos por las fiestas de barrio de nuestra casa. Como ya estábamos montados en el coche nos acercamos allí que son 4 minutos. Yo había tomado un par de cervezas porque el parque está bien pero el calor apretaba. Comento esto porque últimamente, y cuando digo últimamente hablo de años, no soy de las que me pongo a beber como una cerda. Es más, en numerosas ocasiones mi pareja me ha «recriminado» que no quiera beber o que no nos emborrachemos como antes.

No digo que me haya vuelto abstemia, digo que me da un poco de pereza, algún día puntual, en un concierto, cumpleaños, evento chulo, alguna tarde cae un tinto de verano o una cerve fresquita, pero no tengo la sensación de beber por encima de mis posibilidades.

Explico esto porque ayer, que pudo ser un día bonito para el recuerdo, cuando estábamos dándolo todo en las fiestas populares, escuchando la típica banda de los pueblos, que ojo lo bien que tocaban y cantaban las señoras, y todo temas actuales mezclados con los de siempre, nos tomamos varios zumos de cebada entre canción y canción, entre baile y baile. Y lo que yo pedí como última cerveza, a mi pareja se le antojó que fuese un cubata. Reconozco que ya estaba yo pletórica, piripi, graciosa, bailonga, divertida. Al menos me lo parecía y creo que él también lo sintió así.

La música que sonaba no era de su agrado puesto que eran temas bastante nuevos, yo me los sé porque iba a Zumba y porque oigo la radio. Pero aún así creo que estuvo a gusto. Es verdad que en la última meada dijo: si me ponen temas así mejor nos vamos ya. Y yo dije, como quieras. Y él me miró y me dijo, te lo estás pasando teta y no te quieres ir, Me da lo mismo, si quieres nos vamos. Venga la última, Vale.

Otras dos copas para señor y señora Cucharilla.

La música empezó con temas de los 90 y parece que él se animó otro poco. Pero la banda dijo que ya terminaba, por implicaciones policiales, no porque quisieran. Durante unos minutos pensamos si coger el coche o ir andando. Y aquí empieza el lío. Sé que le dije que eran 2 min y que no creía que pasara nada, por egoísmo porque estaba congelada y encima palizote de todo el día por ahí. No pasó nada porque es una línea recta y una rotonda. Llegando a casa no había sitio. Yo tengo mejor medición que él para saber si el coche cabe o no, pero no puedo opinar porque «no conduzco». Le suelo decir aquí te cabe o aquí no, a veces son sitios estrechos pero es hábil al volante, y lo suele meter. Después de dar varias vueltas y pasarnos dos sitios en los que yo creía que cabía, me di cuenta que él iba también un poco borracho y no estaba seguro de poder aparcar bien. Al final lo metió en uno de los que le había dicho hacía unos minutos, porque sabía que le cabía, con dificultad, no lo dudo, con esfuerzo, pero le cabía.

Y esto, señoros, es lo que no se puede hacer, debe ser. Que es insistir en algo a alguien cuando tú no puedes hablar porque «no conduces». Y así, sin venir a cuento, me soltó que a ver si cogía el coche de una puta vez, porque ya estaba bien de dar instrucciones cuando él está cansado ya de ser mi chófer.

Esto me lo ha dicho muchas veces, sobre todo últimamente. Y en otro contexto sé que lo razonamos y lo podemos hablar, pero ayer, a las 4 de la mañana, ebrios, y sin venir a cuento, encima ya enfadado, no.

Porque eso no derivó en algo que se quedase ahí sin más, A ver si coges el coche de una puta vez y das clases que estoy harto. Eso derivó en que Estás borracha, Vete a dormir, No sabes lo que dices, Eres una alcohólica igual que toda tu familia, No bebas nunca, Qué mal te sienta beber, Los mismos problemas de alcohol que J y M y todos.

Y me rompí. Lo pude escuchar entre la rabia y el llanto, oí como algo hizo crack dentro de mí. Porque ya no era el foco que yo cogiese o no el coche o estuviese fuera de lugar echar mierda sobre ese tema en ese preciso momento. Ahora sólo podía escuchar una y otra vez dentro de mi cabeza Eres una alcohólica igual que toda tu familia. Justo esta semana con todo lo que ha pasado con mi hermano y mi padre. Justo ha tenido los santos cojones de decirme eso, aunque no sea verdad, o sí, no lo sé, ayer, dos días después de contarle el movidón que se nos ha vuelto a venir encima.

Y ese crack es de la decepción llenando todo mi ser, pensando que no era posible oír lo que estaba oyendo. Que era todo un sueño. Que una noche tan divertida no podía acabar así. Un día tan estupendo con tantas emociones, la noche de baile que me pegué que lo echaba muchísimo de menos, destrozada por comentarios tan desafortunados, tan hirientes y tan mezquinos.

Y ahora qué hago yo. Cómo me trabajo esto. Cómo debo continuar con la vida que habíamos elegido vivir. Llevábamos un tiempo tan bien, de verdad, estaba todo bajo control. Pero sigo sin entender lo que sucedió ayer. No le encuentro explicación. No puedo justificar algo así. No lo puedo razonar. Quizá todavía estoy tan dolida que no veo nada claro. Alcohólica como toda mi familia.

No puedo más. No puedo con esto. Ni con ayuda ni nada. No puedo porque no quiero. No quiero seguir así. No quiero volver a todo aquello que ya dejé atrás. Otra vez no puedo pasar por todo lo que pasé.

No lo dijo Forrest Gump pero podría haberlo dicho

Ya está bien, ya está bien, todo el día en el barrio sin nada que hacer. Yo quiero volar y volar y reírme desde lo alto de esta puta ciudad. Siempre igual, siempre igual. Y volar y reírme desde lo alto de esta puta ciudad.

Es agotamiento puro, sólo quiero irme de aquí, no mirar atrás. Dejar a todxs los que me causan mal. Siempre hay algo o alguien que me da pena que hace que me retenga, o es el miedo a lo desconocido, a idealizar ciudades, a descubrir que la mierda es del mismo color y huele igual allá donde vaya. Porque la mierda es eso, mierda. Y a veces pasa.

Los años transcurren, la vida sigue, los problemas crecen, las soluciones son menos, los frentes se acumulan. Y sobre todo me llama poderosamente la atención la gente que es muy pesada con su libro, con su intentar acercarse a alguien que sólo quiere estar sola, que no quiere contacto de ningún tipo. PERO DEJARME EN PAZ HOSTIA Y SOLTARME DEL BRAZO QUE YO TE IGNORO Y NO QUIERO SABER NADA DE TU INSIGNIFICANTE VIDA.

No lo entienden. No lo captan. Ni allegados, ni familia, ni empleadxs, ni jefxs. No se dan por enterados. No pueden comprender sus cerrados y trastornados cerebros que cuando una cierra una puerta es para que no la molesten. No quiero ruido externo. DON’T DISTURB, MOTHER FUCKER.

El tema del ruido es una movida bastante gorda. Llevo años sin poder estar en silencio completamente. Siempre tiene que haber algo de fondo, casi siempre música, o algo en la tv o mi radio 3.0 que es vídeos de YT. Porque si estoy despierta y no estoy haciendo absolutamente nada y hay silencio absoluto, cosa que pasa en contadas ocasiones, como en los 15 días que escapé a mi poblacho, mi cabeza no para de pensar, repensar, reflexionar, deducir, sospechar, recapacitar, recordar… Es súper costoso a nivel emocional. Siempre hay ruido, porque si no es el propio de los humanos, es de algún aparato tecnológico, o de los gatos, o del propio barrio. Incluso en las noches es muy raro que haya COMPLETO SILENCIO. Generalmente no me importa porque para poder dormir ya he acostumbrado a mi mente al movimiento auditivo. Pero sí reconozco que esos días que me fui sola y de repente no se oía nada, NADA, ni mi respiración, fue inquietante por un lado pero por otro fue como respirar cuando llevas un minuto debajo del agua. Y es que la calma es algo fundamental para no volverte loca. El nudo del estómago o el hueso de pollo que decía mi chica, lleva instaurado en mis adentros prácticamente dos años sin respiro, sin pausa, sin rebajarse ni un milímetro. Los ejercicios de contención que estoy haciendo para no saltar por el puente Segovia son contingentes, como el mejor alcalde que esa ciudad pudo tener. Y claro que puedo hacer un sobreesfuerzo de pensar que he tenido épocas peores. Con aquél señor que me gritaba por todo lo que a su juicio yo hacía mal. Con aquella señora depresiva que a su juicio yo era la peor de los cuatro. Con un montón de jefes que se han reído de mi buena voluntad y han aprovechado mi ignorancia supina para su beneficio.

Objetivamente claro que podría estar peor. Y muerta, no te jode. Y no es que esos frentes que sin cerrar unos ya me vienen otros, sean sumamente transcendentales en mi vida. Pero hostia puta la cantidad de subnormales que pululan por el mundo. Y yo seré la mejor subnormal para muchos. Pero al fin y al cabo a mí me importo yo, obvio. Y no es cuestión de razones, de perdones o de olvidos. Yo soy muy práctica, si no me quieres en tu vida y me lo haces ver, notar, sentir, no me vas a tener de ninguna forma, ni para mal pero ni mucho menos para bien. Asume el duelo colega porque hasta nunqui mari puri. Y si te arrepientes pues te jodes, y así para la próxima aprendes un poco.

Es verdad que a veces no son humanos los que vienen a tocar las pilotas, como el mismo alcalde de antes, a veces pasan cosas, sucesos no tan anormales que complican un poco esto de salir del barro. Y hay uno en concreto que salvo H y mi psicóloga, no he podido contar a nadie, y a veces se me hace un poco bola, reconozco. Y tampoco he venido a contarlo aquí porque ya he perdido esa capacidad de escribir para mí misma puesto que alguna perra cotilla se metió en mi bosque y me pisó, pero llevo tiempo dando vueltas a si en lugar de hacer el drama y soltarlo con lágrimas en los ojos, no hago una puta performance y al menos que haya risas, yoquesé.

No tengo ni puñeteras ganas de hacer un repaso a mi último año, encima debería hacerlo de los últimos tres, que son los que llevo sin vomitar por aquí. Estoy ansiosa porque acabe el año y a la vez no porque un número no cambia el rumbo de una barca a la deriva pasando por la fosa de las Marianas en época de monzones. Quizá mejor chocarse del todo y ver qué pasa. Es tal la incertidumbre de los últimos años que ya no puedo esperar nada del cambio de dígito anual. No es falta de esperanza, es desidia total y apatía máxima. Y siento ser pesimista pero lo que viene no puede ser mejor, al menos en cuanto a enfermedad, porque casi nadie tiene buenos pronósticos. Esa niña que dijo eso de es mejor no respirar bien que morirse no tenía ni puta idea de la cantidad de problemas que se acumulan en la vida adulta.

Lo que sí me he dado cuenta últimamente es que tengo suspiros muy profundos cada cierto tiempo, y no sólo cuando trabajo. Ansiedad pura amigas, que la tengo agarrotada a mis articulaciones y por más que me sacudo no se marcha la hija de puta.

Hacerse mayor es asumir que el jolgorio, la fiesta, los nacimientos, las celebraciones y las primeras veces de casi todo dan paso a la enfermedad, la muerte, el conformismo, la ineptitud, las manías, las psicosis y las neuras de casi todos; y así en decadencia continua, salvo en contadas ocasiones donde a veces hay trazas de alegría, como de frutos secos en el helado, hasta que dejas el plano terrenal para ir a ninguna parte.

Bienvenida again.